viernes, 4 de diciembre de 2009

Otra visión del mundo de Luis Villoro II

Trataré de resumir en tres puntos generales el contraste entre el pensamiento de los pueblos indígenas de América frente al pensamiento occidental; contraste entre dos cosmovisiones diferentes. Tendría los tres puntos siguientes:

Primero: frente al individualismo del pensamiento occidental moderno, el de los pueblos indígenas se acercaba a la vivencia de su pertenencia a la totalidad. Lo cual conduce a la noción de la armonía entre el hombre y el mundo, al respeto y equilibrio entre las fuerzas naturales y a la posibilidad de escuchar al todo de la naturaleza. Porque, como dice Carlos Lenkersdorf, “todo vive, todo tiene corazón” (Carlos Lenkersdorf vivió más de 20 años entre los tojolabales en Chiapas, escribió varios libros sobre ellos y, ante todo, compartió su visión del mundo y de la vida). Pues bien, como dice él, “los pueblos indígenas nos enseñan a escuchar a la madre tierra, a la totalidad. El Occidente moderno se olvidó o nunca supo escuchar a las plantas, a los animales, a las aguas, al suelo y a tantos hermanos y hermanas más. Porque la vida está presente en todo, también en la fauna, en la flora, en los astros. Porque todo vive, todo tiene corazón”. (Lenkersdorf, C., en Filosofar en clave tojolabal y Los hombres verdaderos, Siglo XXI, México 1999.)

Ideas parecidas se encuentran en Jean Marie le Clezio, reciente ganador del Premio Nobel de Literatura (Le Clezio sabe de lo que habla. Él vivió muchos años en México, conoció varias comunidades indígenas en Michoacán y el sureste. De ellos obtuvo inspiración para varios libros, entre ellos El sueño mexicano). Pues bien, Le Clezio creyó percibir en el pensamiento de esos pueblos una armonía entre el individuo que sueña y la colectividad que lo abarca, en todos los casos, dice, equilibrio entre dos instancias: la realidad y lo otro, lo otro del sueño, del mito y de la realidad. (Le Clezio, J.M. El sueño mexicano, en Le Monde Diplomatique, No. 3, Nov. 2008.)

Hasta aquí el primer punto sobre la noción del todo.

Segundo: contraste entre el individualismo que permea a todo el pensamiento occidental, por un lado, y el comunitarismo de los pueblos indígenas. En la época moderna el pensamiento estuvo centrado en el sujeto individual, desde Hobbes, Descartes, Kant. Frente al individualismo occidental, donde el “yo” es el centro, el “nosotros” comunitario. Porque el todo es más que la suma de las partes. En el universo, conduce a la conciencia de nuestra pertenencia, como una parte, a la totalidad.

En la sociedad, la realización del individuo con la colectividad que lo rebasa era la base de la mayoría de las sociedades de la América indígena, la cual daría lugar a lo que hoy podríamos llamar una “democracia comunitaria”. Ésta sería lo contrario de la actual democracia representativa. Una democracia comunitaria es la que trataría de realizar el bien común para toda la comunidad. Seguiría los principios siguientes en la sociedad: acercarse a la no desigualdad, a la complementariedad y a la reciprocidad, basada, para ello, en una economía distributiva. Una democracia comunitaria eliminaría así toda forma de exclusión de cualquier persona o grupo. Frente a la desigualdad existente, se acercaría a la equidad y a la redistribución adecuada de los recursos. Al seguir y realizar estos principios, una sociedad se convierte en una comunidad. Se refleja entonces en la moral y en el derecho. Frente a los derechos individuales, los derechos colectivos; frente al individualismo occidental, el “nosotros” colectivo.

Tercero. En las sociedades comunitarias esto da lugar a una relación diferente con el poder. En las zonas zapatistas de Chiapas, por ejemplo, se efectúa de hecho esta relación frente al poder en las llamadas “juntas de buen gobierno”. Éstas se conducen conforme a los siguientes principios: participación de todos los miembros de la comunidad en la elección, rotación del mandato, revocabilidad y rendición de cuentas. Estos principios expresan el lema zapatista del “mandar obedeciendo”. Sólo la comunidad tiene el mando, no el individuo o los grupos de individuos. De ahí la noción diferente frente al castigo de que quien no cumple con su deber o delinque está obligado a trabajar –sin retribución– para la comunidad durante un tiempo determinado. Sólo así se restaura el equilibrio en el todo de la comunidad.

Habría, en suma, dos tipos de democracia: la democracia representativa actual, como la que existe en la mayoría de los países occidentales modernos, y una democracia que podríamos llamar “participativa” o “comunitaria” (Gustavo Esteva prefiere llamarla “democracia directa”). Democracia comunitaria es a la que tienden las comunidades en el ámbito de nuestra América indígena.

Termino esta intervención con unas palabras. Empecé diciendo “otra visión del mundo es posible”; ahora terminaré afirmando que, frente a la visión de la modernidad occidental, ese otro mundo posible ya está aquí, ahora, en pequeño, en las juntas de buen gobierno de la zona zapatista. Ahí se empieza a abrir la posibilidad de una nueva visión. No como una utopía (utopía significa etimológicamente “no lugar”) sino como un lugar real, existente. Y ese lugar está en las comunidades de la zona zapatista. Saludo al zapatismo por su contribución a la realización, aquí y ahora, hoy, de la verdadera utopía.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Otra visión del mundo de Luis Villoro I


Filósofo político comprometido, Luis Villoro es uno de los intelectuales mexicanos más respetados. A principios de 2009 publicó esta reflexión que consta de dos partes.

« Otra visión del mundo es posible; para que pudiera realizarse, sería necesario primero despertar de una ilusión: la ficción de la hegemonía de la modernidad occidental, la cual ha causado los grandes males que padece la actualidad, como declaran tres filósofos occidentales, Jurgen Habermas, David Held y Will Kimlicka (diario El País, 6 de junio de 2005, página 14).

La “globalización” –señalan– ha conducido a Occidente “a una explotación inicua de los trabajadores”, a “amenazas sobre el medio ambiente natural” y a “injusticias globales” en una “sociedad mal estructurada”. Ante estos males se suele reaccionar –prosiguen los autores– “con el refugio en las tradiciones que conducen a la intolerancia y al fundamentalismo religioso”.

Ante ello, a los tres filósofos sólo se les ocurre proponer algo simple, a saber: “fortalecer las instituciones internacionales vigentes y crear otras nuevas”, porque –cito– “el gran reto del siglo XXI es configurar un orden mundial en el que los derechos humanos constituyan realmente la base del derecho y de la política”.

La “Declaración” que comento es, en mi opinión, correcta en lo que se refiere a los males causados por la modernidad del capitalismo occidental. ¿Pero lo es también en su remedio? No. Creo que éste es totalmente insuficiente. No bastarían las buenas intenciones, como tal vez piensan los tres autores, para lograr este nuevo orden basado en los derechos humanos universales, cuyo cumplimiento se ha visto tantas veces conculcado.

Frente a los males causados por el capitalismo me parece que el único remedio sería caminar hacia un orden mundial diferente, y aun opuesto, al capitalismo mundial. Sería un orden plural que respondiera a la multiplicidad de culturas. Porque la llamada “globalización cultural” no ha sido obra de una comunicación racional y libre en una pretendida cultura mundial. Ha significado, por el contrario, para muchos pueblos, la enajenación en formas de vida no elegidas. De ahí que la tendencia hacia una cultura universal se acompañe a menudo de una reacción contra la hegemonía de la cultura occidental. Se reclama entonces la libertad de cada cultura a determinar sus propios fines, el valor insustituible de las diferentes identidades culturales.

Porque la hegemonía de la cultura occidental moderna se ha acompañado de efectos nada deseables, tales como la depredación de la naturaleza por la tecnología, la primacía de una razón instrumental frente a la ciencia teórica y, en el orden social y político, el individualismo egoísta contra la preeminencia del bien común.

¿Cuál podría ser la alternativa? Cualquiera que fuere tendría que ser una que eliminara o, al menos, aminorara los males causados por la cultura pretendidamente universal del capitalismo moderno. Cualquiera que fuere tendría que ser considerada desde un punto de vista distinto y aun opuesto al del Occidente moderno.

Supondría entonces la revalorización de nuestro pensamiento en América Latina, lo cual podría tener varias consecuencias. Una sería la oposición, sea sorda o violenta, frente al otro. Podría darse también, en cambio, la asimilación parcial de la otra cultura en un mestizaje cultural, aunque, en el fondo, pudiera mantenerse cierta resistencia. Se presentarían, por tanto, dos posibilidades: oponerse al dominador o aceptar, en alguna forma, su dominación en un mestizaje cultural. En uno u en otro casos el dominado recobra su dignidad frente al dominador. Entonces puede dar lugar a un contraste entre diferentes culturas: la cultura del dominador frente a las culturas dominadas por él. Porque frente a la cultura occidental moderna, otras culturas han manifestado valores comparables o incluso superiores. Tomemos un ejemplo: el de las culturas históricas que se desarrollaron en la América indígena. Frente al Occidente moderno, las culturas indoamericanas expresaban una cosmovisión distinta. Más allá de sus diferencias, tenían puntos comunes que podrían verse como una alternativa frente al pensamiento occidental moderno. Así, en contraste con la modernidad occidental, presentan otra manera de pensar basada en una tradición diferente. Ésta se manifiesta en Indoamérica, donde existe otra manera de ver y vivir el mundo. Es el pensamiento de los pueblos originarios de América. Ahora bien, el pensamiento de dichos pueblos presenta un gran contraste frente al pensamiento de la modernidad occidental.

Podríamos resumirlo brevemente en algunos rubros centrales que contrastan con el pensamiento de la modernidad. Se presenta, de hecho, en varios países que tienen una amplia población de raíces indígenas, en México, Perú, Guatemala, Ecuador, Bolivia, e incluso en partes de Venezuela, Colombia y Brasil. Se trata, pues, de dos cosmovisiones que, en varios puntos, son incompatibles.
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sábado, 28 de noviembre de 2009

Debate sobre la identidad nacional en Francia I

Hacer callar los silbidos, este es el título del polémico artículo con el que el periódico alemán Süddeustsche Zeitung (Stefan Ulrich) analiza las claves del debate abierto en Francia sobre la identidad nacional, cuestión, que afirma el rotativo, atormenta a todos los europeos. La polémica proviene de la siguiente interrogación: Y si Francia muestra de nuevo el camino al continente?; en clara referencia a la trayectoria del pensamiento y la acción política en el país galo. Dice:

« El primer desgarro en la conciencia que la “Gran Nación” tiene de ella misma sucedió el 6 de octubre de 2001, en un partido entre la selección de futbol francesa y la argelina. La Marselleise fue acogida con los silbidos y abucheos de los jóvenes franceses de origen magrebí. Francia quedó escandalizada, ¿a qué punto se había llegado si sus propios ciudadanos se reían de su himno fundacional? ¿qué valor tenían los valores republicanos?
Durante su campaña para las presidenciales de 2007, Nicolas Sarkozy otorgó un papel central a la cuestión de la identidad nacional, y ahora lo ha vuelto a ella. A partir del dos de noviembre, durante un mes, los prefectos – cuyo equivalente en España serían los Presidentes de las CC.AA– deben organizar un debate en todo el país. Se espera una respuesta a la siguiente pregunta: aujourd´hui, que veut dire “être français” (¿qué significa hoy ser francés?).
¿Un debate típicamente francés? Evidentemente. En Alemania, cualquier gobierno que hiciese uso de su autoridad para lanzar un debate de este orden se cubriría de gloria. Por un lado, porque el concepto nación, mancillado por el nazismo, pesa sobre la percepción que tienen los alemanes de ellos mismos. Por otro lado, porque en la República Federal, es a la sociedad y no al estado, a la que pertenece el debate. Es obvio que con esta cuestión, Sarkozy persigue otros objetivos, digamos egoístas. Dentro de unos meses, el 14 y 21 de marzo, se celebran las elecciones regionales en Francia. La cuestión de la identidad nacional llega también para volver la vista a otros temas que no sean la deuda pública y otras fuentes de malestar gubernamental. De lo que no se ha dado cuenta el Presidente de la República es de que corre el riesgo de fabricar una oposición entre nación e inmigración y de enfrentar a franceses e inmigrantes.
Sin embargo, es importante que Francia se interrogue sobre su identidad. ¿Quiénes somos? ¿Qué queremos ser? Tras la caída del muro, en otros países también, sus ciudadanos se vuelven hacía valores nacionalistas, en particular en Europa Central. Sobre el papel, la Unión Europea, es un éxito irrefutable, magistral suerte de imperio que protege a sus ciudadanos de la necesidad y de la guerra. El problema es que no tiene alma y sus habitantes buscan puntos en común que creen más bien encontrar en sus países que en la Unión.
La nación sufre a día de hoy tensiones internas como externas. Externas, ya que pierde su fortaleza identitaria en detrimento de la Unión Europea y otros organismos supranacionales. Esto resulta difícil en un país orgulloso como Francia, donde Luis XIV declaró: Je suis français avant que d´être roi (Antes que ser rey soy francés). Internas, debido a las modificaciones que producen los inmigrantes en la sociedad. En ciudades como Paris, gentes venidas de diferentes continentes e innumerables países cohabitan en un territorio angosto y todos son ciudadanos franceses. El hecho de preguntarse qué es ser francés no tiene nada que ver con un debate académico o intelectual. Una sociedad no puede integrar a los que acaban de llegar, ni puede solucionar los problemas de convivencia si no sabe que quiere ser. ¿El burqa en la oficina? ¿Crucifijos en las aulas? ¿Religión en los colegios públicos?
Con su revolución Francia aventajó doscientos veinte años a Europa. Podría hacerlo de nuevo en esta redefinición de la identidad nacional. En esta empresa, los franceses tienen la ventaja de que tradicionalmente no conciben los valores nacionales en términos étnicos, sino republicanos. No es la sangre sino el compromiso lo que hace que alguien se sienta francés. Este concepto puede ayudar a Francia a forjar una nueva nación a partir de una coexistencia multicultural. Esto solo puede ser positivo para Europa, si ésta se decide un día a buscar su propia identidad.
Teniendo en cuenta su pasado, Francia, ya ha hecho prueba de su capacidad de integración. Los apellidos de muchos de sus ciudadanos prueban cuántos alemanes, polacos o españoles entraron en la “Gran Nación”. Uno de sus más notables poetas, Guillaume Apollinaire era de padre italiano y madre polaca. Los antepasados del actual presidente venían de Hungría y Salónica. Francia debe hoy en día aceptar a sus inmigrantes de origen musulmán en su seno. La situación de algunas banlieues desfavorecidas – barrios periféricos de las principales ciudades – y los éxitos puntuales del Frente Nacional demuestran que el camino por recorrer no es fácil. Por lo demás, este debate sobre la identidad nacional no es más que el principio. Una etapa estará superada cuando los jóvenes franceses de origen magrebí no silben más La Marseillaise. »

sábado, 19 de septiembre de 2009

Los hombres abandonaron el cielo

Los hombres no siempre fueron creados por divinidades.

Frecuentemente existían en el cielo.

Los indios Guaraúnos de Venezuela piensan que fueron

tentados por las suculentos alimentos

que existían en la tierra.



Érase una vez, en los tiempos muy ancianos, los indios Guaraúnos vivían allá arriba, más allá de las nubes, en el empíreo.

Sucedió que un día un indio agarró un arco y lanzó una flecha hacía abajo haciendo un agujero.

Los Guaraúnos, picados por su curiosidad natural miraron hacía abajo y contemplaron estupefactos la abundancia que había en la tierra: juruma, miel, gusanos, morocote, cachiri, brotes de árboles y corazones de palmeras. “¡Oh!, qué de comida, hay que conseguirla. No hay nada que discutir, hay que hacerlo de una manera u otra.”

¿Qué es lo que hicieron? Arrastrados por el insaciable deseo de probar aquellos variados y abundantes alimentos, y aquellas insospechadas bebidas, buscaron una madera y una cuerda; y todos bailando de alegría y babeando, se dijeron: “¡Ya está, ya está!” Pasaron la cuerda por el agujero y engancharon la madera. Todos, uno tras otro, se deslizaron por la cuerda y pisaron la tierra para no volver al cielo.


Angel Turrado Moreno, Etnografía de los Indios

Guaraúnos, Tip Vargas, Caracas, s.d.


viernes, 18 de septiembre de 2009

El gallo portador del día

A veces, el día se convierte en un elemento material, definido

que se puede ir a buscar o a cazar.

Este relato del nordeste del actual Brasil

da cuenta de ello.



Al ver la noche caer, un viajero preguntó si podía cenar en una casa que quedaba a un lado del camino. Tras la cena, toda la familia comenzó a hacer los preparativos de un viaje, viendo aquel ajetreo, el viajero les preguntó a dónde iban, ellos les respondieron: “Vamos a buscar el día.”

Cuando estuvieron listos cada uno cogió su macuto, dejándolo abierto y salieron corriendo padre, madre e hijo sin que quedará nadie en la casa. El viajero les acompañó. Corrieron y corrieron toda la noche. En el momento que aparecieron los primeros rayos de sol se dieron la vuelta y cerraron sus macutos, una vez en la casa, ya de día, los abrieron en el patio y miraron hacía abajo.

De nuevo atónito, el viajero preguntó qué habían traído en sus macutos. “Hemos traído el día. ¿Acaso no te lo habíamos dicho ya?” Tras decirles adiós, siguió su camino. A su vuelta les trajo un gallo y les dijo: “Ya que les hace falta ir tan lejos a buscar el día y traerlo a casa, les ofrezco este pájaro que se lo traerá sin que tengan que cansarse. Dispongan un lugar elevado para que duerma, cuando cante la primera vez, el día todavía estará lejos; a la segunda estará cerca y a la tercera, el día ya habrá llegado.”

La familia se quedó sorprendida al ver el gallo. Tan pronto como el viajero lo soltó en el patio, el animal se sacudió, se enderezó y cantó: “Kikiriki…”. Todos quedaron perturbados y nadie quería acercarse a él. Frotándose las manos el marido dijo a su mujer: “ Ya está, ahora no tendremos que ir tan lejos a buscar el día con nuestro macuto.”

El viajero se había ido ya, cuando la mujer se percató: “Marido, no le hemos preguntado qué es lo que come el animal.” De seguido, el hombre salió corriendo siguiendo su rastro, cuando le vio comenzó a gritar desde lejos: “Señor! Señor! Psss! Escuche!” Entonces el viajero se paró. “Perdone, ¿qué es lo que come este animal?” Sorprendido por tercera vez, sin dar crédito por tal estupidez y molesto por la interrupción de su marcha, contestó: “Come de todo.”

El hombre volvió a su casa aterrorizado: “¡Misericordia mujer! Dice que este animal come de todo. ¿Pero qué bestia es esta mujer? Este animal nos va a comer a todos…”

Armados de palos, se reunieron en torno al pobre gallo, lo apalearon y mataron sin dilación, continuando así la búsqueda del día con su macuto.

Basilio de Magalhaes, O Folk-lore no Brazil,

Livraria Quaresma, Rio, 1928.



sábado, 3 de enero de 2009

Para hacer bailar a una muchacha en camisa

Tómese mejorana silvestre, orégano puro, tomillo silvestre, verbena, hojas de mirto junto con tres hojas de nogal y tres tallos pequeños de hinojo, todo lo cual será recogido la noche de San Juan en el mes de junio y antes de que salga el sol. Deberán secarse a la sombra, molerlas y pasarlas por un fino tamiz de seda, y cuando se quiera llevar a cabo este agradable juego, se soplará el polvo en el aire allí donde esté la muchacha para que lo respire, o se le hará tomar como si fuera polvo de tabaco; el efecto se manifestará de inmediato. Un famoso autor agrega que el efecto será tanto más infalible si esta traviesa experiencia se lleva a cabo en un lugar donde ardan lámparas alimentadas con grasa de liebre y de macho cabrio joven.

Julio Cortázar. (Fue un DIOS en la tierra)

viernes, 28 de noviembre de 2008

La cultura de la crisis da la bienvenida a la neomodernidad

Neomodernidad. ¿Qué es? El término es de Fernando Vallespín (UAM) en ¡Bienvenidos a la neomodernidad!, EL PAÍS (23/11/08). Según este profesor de Ciencias Políticas, la postmodernidad ha muerto. Con la crisis termina el culto al caos, el individualismo y lo identitario. Vuelve el Estado, el mejor gestor, la seguridad y la estabilidad, así como de la igualdad y la protección social. "No saldremos de eso que los sociológos califican como individualización, pero habrá una tendencia a moderar el individualismo y el privatismo radicalizado en aras de un mayor compromiso con los objetivos sociales generales (...) en nombre del orden". Josep Ramoneda coincide en la misma columna de EL PAÍS (La cuarta página) que " la crisis actual es, en cierto modo, el estallido final de un proceso de individualización que acabó por quebrar las bases del mínimo consenso social necesario. La revolución conservadora promovida desde la administración Bush fue el último intento de controlar este proceso. La explosiva mezcla de simplismo liberal en lo económico y rigidez conservadora en lo moral y cultural sólo sirvió para acelerar el estallido."
Vallespín augura que "ad intra el Estado aplicará el big gouverment, es decir, egoísmo de país, razón de Estado y paternalismo burocratizado; y que será una nueva oportunidad para las políticas de izquierdas, gobiernos de izquierdas administradores de la nueva escasez. Sus programas los dictará la conservación de lo ya alcanzado que lo que queda por conseguir. No es de excluir el populismo de derechas, discurso que encuentra el terreno abonado en situaciones de crisis, sobre todo si es capaz de engarzarse con éxito a los nuevos temores y consigue dar con una fórmula retórica capaz de catalizar el descontento general." De ahí el debate ideológico impulsado de puertas para dentro en el PP entre aguirristas/ultraliberales y marianistas/moderados.
Como subraya Ramoneda al final de su artículo La cultura de la crisis (15/11/08), "la esencia de la cultura de la crisis es la desaparición de la idea de límites. En agosto de 2002, el Gobierno de Estados Unidos dio el visto bueno a un memorándum que legitimaba determinadas formas de tortura. Es decir, rompía el tabú de la degradación del adversario. Bajo el mandato de George Bush la Administración norteamericana dio carta de naturaleza legal a la tortura. Es decir, transmitió al mundo la idea de que todo estaba permitido. Si un gobierno puede someter a un enemigo a la más terrible de las pruebas físicas y morales, ¿cúales son los límites de lo posible en la sociedad? Ninguno. Hay vía libre para saltarse todas las barreras éticas y culturales."

No creo que la neomodernidad haya llegado, pero desde luego la postmodernidad ha terminado. ¿Qué nos espera? La crisis todavía no ha terminado, el comienzo ha sido horrible, hemos legitimado el liberalismo económico con dinero público y sin imponer castigos memorables a los culpables. Deberíamos desterrarles. Como apunta Vallespín " si se recupera la política el futuro estará siempre abierto".

Tecnología, progreso y el impacto humano sobre la Tierra

El título de este artículo es homónimo del libro de John Gray profesor de la London School of Economics, empezó siendo thatcheriano para después criticar los excesos del libremercado. El libro al que me voy referir esta editado en este año y se trata de una conferencia pronunciada por Gray en el CCCB de Barcelona y una entrevista, tan sólo por 9 euros. El libro crítica a grandes rasgos la situación humana actual y las diferentes perspectivas sobre la tecnología. Ofrece también dos definiciones muy interesantes sobre: *progreso (Avance acumulativo en el que lo conseguido en un estadio o en una generación determinada es luego seguido por nuevos avances en el estadio o en la generación siguientes) y *utopismo (Tradición crítica que nos emancipa de la tiranía del statu quo en el ámbito del pensamiento y de la sociedad). A continuación, una pequeña sintésis del libro.
Tradiciones como la marxista, liberal y “verde” aportan un análisis engañoso de las actuales dificultades del hombre en la Tierra, ofrecen “no soluciones”, están marcadas por el utopismo*. ¿Dónde se encuentra el utopismo en la actualidad? En el tramo final del siglo XX el impulso utópico ha emigrado de la izquierda a la derecha (neoconservadores estadounidenses), esto se ha demostrado en la residencia del utopismo en el poder estatal de la legislación Bush, y como concluye Gray, con un efecto desastroso.
Gray propone dos tipos de áreas de actividad humana: en una de ellas sí existe algo parecido al progreso* (ciencia y tecnología), en la otra no (ética y política). En la ciencia y la tecnología es un hecho, pero en la ética y la política, no. En esta última área de la actividad humana, Gray no niega que haya habido avances reales pero piensa al igual que los pensadores premodernos que daban por sentado que la historia humana es cíclica, donde los males que pensamos haber abolido regresan (tortura).
Gray expone que mientras que en ciencia y en tecnología (conocimiento) el avance acumulativo humano es real, en ética y en política es un mito, la situación actual es la aceleración del crecimiento del conocimiento combinada con una rápida regresión en la ética y en la política.
El autor distingue entre tres perspectivas diferentes de la tecnología. La primera, es la perspectiva humanista que considera que la tecnología es una aplicación del avance del conocimiento humano, el cual es benigno, emancipador, liberador y bueno. La segunda, es la afirmación de que la tecnología nos ha llevado hasta la trampa medioambiental global actual, culpando directamente al industrialismo, cuya solución sería alejarse de la civilización tecnológica (vida sencilla con bajos niveles de tecnología). Esta perspectiva encierra una falsedad y es que podemos desenvolvernos sin tecnologías cuando esto es imposible. Una solución más viable sería reeducarnos en consumo energético (energías renovables). La tercera perspectiva consiste en el uso de la alta tecnología para disminuir el impacto humano sobre la Tierra, lo que implica utilizarla con todos sus riesgos (biocombustibles y energía nuclear).

Obviamente, invito a todo el mundo a leer este libro, que no apunta a nadie, pero que es una muestra de como el problema y la solución nos concierne a todos.